Esta patología continúa su expansión alcanzando 41 países y más de 5.000 casos.
Un 95% de aumento registraron los casos de viruela del mono en Chile según el balance oficial de las autoridades sanitarias del pasado 15 de julio, pasando de 20 a 39 personas confirmadas, todas ellas de entre 30 y 44 años, mientras que el escenario a nivel mundial ha llevado a la OMS a declarar la enfermedad como una emergencia de salud internacional, misma categoría que posee la pandemia de covid-19.
Pero ¿de qué se trata esta nueva enfermedad? La viruela del mono es un virus transmitido a través de animales salvajes como monos, ardillas y ratones, que se propaga de a través del contacto con una persona o animal infectado o superficies contaminadas. Generalmente el virus ingresa al cuerpo a través de la piel lesionada, la inhalación o las membranas mucosas de los ojos, la nariz o la boca. Sin embargo, es importante destacar que no tiene el nivel de contagio del COVID y los casos que se han reportado han tenido contacto mucho más cercano.
Los síntomas a los que debemos estar atentos son fiebre, dolor muscular, dolor de cabeza, dolor de espalda, escalofríos, inflamación de ganglios linfáticos y agotamiento general. La infección tiene un periodo de incubación de una a dos semanas, luego se presentan síntomas de malestar general. Pasados un par de días de fiebre aparecen erupciones en la piel que evolucionan hasta la aparición de costras y afectan a las mucosas de la boca, genitales y la córnea, entre otras zonas.
El tratamiento de la viruela del mono está centrado en aliviar los síntomas, pues no existe un antiviral que pueda curar la infección. La principal acción frente a un caso confirmado es el aislamiento y la vigilancia de posibles complicaciones, procurando principalmente la correcta hidratación, el manejo de la fiebre con los medicamentos adecuados y el cuidado de las erupciones en la piel.
Reforzar las medidas de prevención y autocuidado frente a esta y otras enfermedades es vital a la hora de proteger a aquellas personas con mayores riesgos de sufrir complicaciones, como los pacientes con enfermedades crónicas o en estado de inmunodeficiencia, adultos mayores de 65 años y niñas y niños menores de 1 año.