Baja vacunación contra la influenza podría enfrentarnos a un nuevo peak de enfermedades respiratorias.
Las cifras del MINSAL de los
últimos días no han sido auspiciosas si hablamos de prepararnos para una ola de
contagios del virus de la influenza. El informe oficial establece que solo el
38,1% de las embarazadas, el 59,8% de las personas mayores de 65 años y el
66,8% de los niños y niñas de 6 meses a 5° básico cuentan con la vacuna, siendo
estos los registros más bajos dentro de la población de riesgo, que además
incluye a enfermos crónicos, personal de salud y de educación, cuidadores de
personas mayores y trabajadores de avícolas y criaderos de cerdos.
Las autoridades y especialistas
han señalado que la baja adhesión a la campaña de invierno podría desencadenar un
escenario similar al ocurrido con el virus sincicial, el cual empujó al sistema
de salud a un colapso en las atenciones de mediana y alta gravedad, elevando
las cifras de ocupación de camas críticas casi al 100%.
La influenza es una enfermedad
respiratoria aguda que se manifiesta de manera repentina con fiebre sobre los
38° por más de dos días, debilidad física o cansancio, romadizo, dolor de
cabeza y garganta, entre otros síntomas, y que de presentar complicaciones
podría llevar hasta a la muerte.
La importancia de vacunarse a
tiempo radica en el tiempo que demora el organismo en estar protegido frente al
virus, el cual es a partir de las dos semanas desde la inoculación. Luego de
eso, si bien existe la posibilidad de contagio, se reducen considerablemente
los riesgos de desarrollar cuadros graves, los cuales pueden verse agravados en
personas con otras enfermedades respiratorias crónicas como asma, insuficiencia
pulmonar o EPOC. De la misma forma, los lactantes prematuros o inmunosuprimidos
tienen una alta probabilidad de presentar apnea o dificultades respiratorias
que afecten el sistema neurológico y cardiaco, entre otras consecuencias.